sábado, 22 de abril de 2017

EVOCACIÓN DE LA FARMACOLOGÍA

EVOCACIÓN DE LA FARMACOLOGÍA

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La farmacología la estudiamos en la propia Facultad de Medicina. La teoría nos la presentaban en las clases magistrales, mientras que las prácticas las teníamos en el salón o laboratorio.
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Stepán Ivanovich Zolotuxin fue el fundador de la cátedra en 1964, y la dirigió hasta 1984; por lo tanto fue nuestro principal maestro en esta signatura. Además de jefe de la cátedra, Zolotuxin era el presidente del Comité de Farmacología del Ministerio de Sanidad de la URSS.
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Zolotuxin era de hablar pausado. Hacía sus exposiciones sin estridencias, y para evadir la monotonía de sus relatos recurría a un chiste cualquiera  o un episodio de la historia de la Farmacología para despertar nuestras mentes. Luego  retomaba el hilo de su discurso.
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Zolotuxin, como todos nuestros profesores, era defensor de sus coterráneos como propulsores de la ciencia que nos enseñaba. Pirogov fue uno de los primeros en fundamentar el uso del éter en la cirugía de campo. Sin Pavlov no se hubiera desarrollado la farmacología del sistema nervioso. Banting y Best obtuvieron la insulina en 1921, pero el ruso Soboleov formuló en 1901 el principio para obtenerla; y así por el estilo.
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Una de las historias más curiosas nos las contó cuando explicaba los medicamentos usados para curar las anemias por deficiencia de hierro: el doctor Zagorski rechazaba las teorías místicas y vitalistas en la Medicina. Todo tiene un sustrato material, decía. Para demostrar la presencia de hierro en nuestro organismo tomó cierta cantidad de sangre, le evaporó la parte líquida para que sólo quedara un polvillo. Luego le aplico a ese polvillo un imán, el cual atrajo unas partículas que evidentemente eran de hierro.
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Nuestra Farmacología la estudiamos a la manera clásica. Nos enseñaban que las recetas deben escribirse en latín, la lengua universal de la Medicina, por eso cursamos obligatoriamente, durante un año, ese idioma.
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En Rusia al lado de una farmacia alopática hay una homeopática. En la medida que avanzábamos en nuestros estudios no era raro que nuestros profesores nos hablaran de medicamentos patentados, pero también de otros provenientes de la práctica milenaria del pueblo,  llamados remedios complementarios. Barbas de maíz para ciertas enfermedades de la vesícula biliar. Para las neumonías son buenos los antibióticos, pero es mejor si le agregamos ventosas, colocadas en la espalda del enfermo. Y no olvidemos  las cataplasmas, las sangrías y  las sanguijuelas. En los hospitales rusos estos animalitos estaban a disposición de los médicos para su posible aplicación.
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Estudiamos Farmacología con los folletos de nuestros profesores, pero el libro fundamental era el de Jarkievich con sus esquemas e ilustraciones. También usábamos el manual de medicamentos (Lekarstvennie Sredstva) de Mashkovskii.
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En los años ochenta del siglo XX en la Cátedra de Farmacología de nuestra facultad se investigaba la acción de los medicamentos sobre el sistema de coagulación de la sangre. En la actualidad ese espectro de la investigación científica se ha ampliado bajo la dirección de Vladimir Lepajin, quien es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Médicas de Rusia y tiene muchos libros publicados, incluyendo un manual de Farmacología que es texto oficial para todas las facultades médicas de Rusia. Cuando recibíamos nuestro título de médico, Lepajin ingresaba como profesor y era uno de los  ayudantes  de Zolotuxin, ahora es el jefe de la cátedra.
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En una de las primeras clases de Farmacología nos hablaron de las vías de administración de medicamentos. La vía parenteral se aplica con una inyectadora de vidrio, la cual debe ser lavada adecuadamente con su respectiva aguja para ser usada nuevamente.
Cuando recibimos nuestro título de médicos nos dieron, entre otros obsequios, una cajita metálica con varias jeringas de vidrio que aún conservo. Ese regalo significa que somos médicos que cabalgamos entre dos épocas porque ya la inyectadora plástica y desechable estaba haciendo su aparición en ambulatorios y hospitales convirtiendo a la de vidrio en una verdadera pieza de museo o souvenir.






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